LA SANTA TROBALLA
El punto de partida es 1366 (Siglo XIV). Según cuenta la tradición el inicio del culto y de la veneración de la sagrada figura llega a partir del momento en que una diminuta figura, de apenas 6 cm de altura, es encontrada bajo las glebas de un arado del labrador Perot de Granyana, a los pies de un lledoner. Este labrador trabajaba sus campos de la partida de La Plana, lugar donde, aproximadamente, hoy se encuentra la basílica. El arado se paró al encontrar un obstáculo que detuvo su avance; los animales cesaron sus pasos y se postraron ante el árbol. El agricultor, con extrañeza, rebuscó entre la tierra el obstáculo y recogió lo que en un principio podría ser una piedra. Al observarla se dio cuenta de la forma particular que tenía; se trataba de una piedra de alabastro blanco que, esculpida de manera bastante ruda, parecía imitar la figura de una mujer orando.
Perot cogió la figurita y se la llevó a la ciudad para mostrarla a las autoridades. Como era tarde y estaba todo cerrado, el agricultor tuvo que llevársela a casa y esperar al día siguiente. Cuando amaneció, dicha figurita había desaparecido ante el asombro de nuestro labrador. Perot la encontró nuevamente ese mismo día, en el mismo lugar, y la volvió a llevar a la ciudad. Este proceso se repite, y la pequeña imagen vuelve a desparecer de casa de Perot. Ante la insistencia del labrador, y pensando que estaba loco, el Consejo de la Ciudad le acompaña hasta el punto exacto del hallazgo de la imagen, y, allí, ocurrió el milagro: Perot y el Consejo encontraron a la figura rodeada de ángeles. Ante la celestial aparición el Consejo Municipal tomó la decisión de edificar una pequeña ermita en el lugar de la troballa. Esta historia de la Santa Troballa se encuentra reflejada en los lienzos que están junto al altar mayor del templo basilical.
A partir de 1638, la troballa fue colocada en una excavación abierta en el pecho a modo de hornacina de una imagen mayor, que desde ese momento asume la condición de imagen-relicario. Ésta está de pie, sin el niño Jesús en sus brazos y con las manos juntas en actitud de rezar. Aunque la troballa se queda ya dentro de la imagen-relicario, lo que cambiará será su ubicación dentro de la iglesia.
Con el pasar de los años la imagen pasará por diferentes etapas, siempre influida por los gustos imperantes según los periodos artísticos por los que va atravesando. Pero el hecho puntual más importante y destacable es sin duda la influencia que tuvo la Guerra Civil española en la imagen relicario. La imagen, que hasta aquel momento estaba en el altar, en 1936, al comienzo de la contienda, fue arrojada violentamente desde su trono hasta el suelo, desapareciendo la cabeza y las manos, y mutilando de esta forma la imagen. Pasada la Guerra Civil, en 1940, se recuperó buena parte de la imagen en un montón de escombros, aunque quedó incompleta.
Se esculpió una nueva imagen-relicario realizada por Tomás Domingo Colón y policromada por Juan Bautista Porcar para sustituir la que fue destruida en la guerra. Bendecida en 1939 esta imagen es la Virgen María Inmaculada con las manos en posición de oración. Esta cubierta con su característico manto y en el pecho de la imagen esta excavada la hornaciona que contiene la imagen de la Virgen María, encontrada a los pies del lledoner. Esta imagen-relicario es la que se venera todavía en la actualidad, y que está en el Altar Mayor de la Basílica.